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Como siempre, como nunca

Pieza sonora de Pablo Bas creada durante la pandemia 2020 sobre un texto de creación colectiva de miembros del grupo Remeros en Dulce de Leche con voces de algunxs de sus participantes: Clarisa Morana, Cori Romero, Dora Roldán, Gonzalo Mazar, Lori Lentini, Magu Schavelzon, Maricel Colloricchio, Mon Leti, Nicolás Schneider, Maria Teresa Nuñez y Verónica Castro.

La pieza sonora surge de un juego colectivo del tipo cadáver exquisito en el que participaron más de 40 personas. De allí salió el texto original que fue recitado y grabado en forma individual con medios caseros, como por ejemplo audios de Whatsapp o grabadoras de celulares, por 11 de lxs participantes del juego. Las voces pertenecen a algunxs de los autores/as de algunas de las líneas del texto que son la base de la composición sonora.

Justo cuando el ulular del viento atraviesa mi ventana cerrada miro por ella hacia la infinita inmensidad y me siento tan insignificante como un grano de arena en la playa. Pienso que es extraño este juego que expone lo que antecede y por ser un juego nos permite ser libres y decir lo que sentimos. Sentimos, pensamos, decidimos o simplemente somos parte de…

La misma bufanda de goma que agobia, que asfixia (parte de…) la imaginación atormentada de un dios inexistente… Decido salir a pesar del viento, el picaporte helado. Me resisto a creer que lo inadvertido consciente. Pero recuerdo, que estamos atravesando una nueva pandemia, y salir puede ser destructivo no solo para mí. Ese fárrago de cosas que nos llevan a cualquier parte.

En estas cuatro paredes alguna vez hubo gente. Que iban y venían, a pesar del viento y el frío. Porque todos vamos y venimos, de eso se trata. Se trata del viento y de nosotros. Se trata de un sol y de nosotrxs creería no necesitar tus palabras, mejor oír tu voz. Creería no necesitar oír. Solo necesito tocar. Los rasgos de tu rostro, eso es todo lo que necesito tocar ahora. Mí alma sabe la verdad y es mejor que esté callada. Porque cuando habla, siempre se mete en problemas. Mi alma necesita tu piel, porque la mía duele sola. La mirada perdida, la luna llena y el omelete frío. Le dijo, no. Prefirió mirar sus manos, las sentía frías… Frías como la muerte, que acechaba toda la ciudad. Y más… Y aunque el viento ulule sin cesar, me entrego a los brazos de Morfeo.

Antes no me hubiera atrevido. A comer queso y dulce con el queso vencido. A comer cada cosa que se encuentre, antes de dormir. Y después acurrucarme en la cadencia de tu respiración. Me cobijo en tu cautela tibia cómoda. Y me duermo, sueño, te abrazo y soy plena. Amanece, cantan los pájaros, me muevo, habrá sido un sueño. ¿Un sueño? No duermo aunque me pesan como plomo estos párpados. Soñar, despertar, pensar, divagar, insomniar… dormir, soñar. Circular. “Nueva Normalidad”. Soñar con abrazarnos nuevamente. Y sí, al final hablábamos solo de aquellos instantes… ¿Instantes?, la vida es una sucesión de instantes, a veces, solo a veces, no me alcanzan… para siempre, por ahora.

Como siempre, como nunca. Como aquellos atardeceres de otoño, con el sol coqueteando con las hojas rojas. Que verde era mi Valle. Mi valle y nuestros soles ya prendidos fuego, que lindo era quemarnos. Ese verano tan cansino y siestero. Eramos tan jóvenes tan fuertes tan enamorados. Y al despertar el dragón seguía allí… Allí fue que la encontré. Limpia y seca como primavera.