Una composición sin principio ni final construye la banda sonora de nuestra historia diaria, dejándonos a su vez construirla y porque no, deconstruirnos al ritmo de las resonancias desencadenadas. La pandemia de COVID-19 y los distintos tipos de cuarentenas propuestas en cada territorio que afectan en el año 2020 a los seres humanos de manera global, han incidido en el comportamiento de lo sonoro en relación intrínseca con el accionar del individuo en sociedad. Nuevas cadencias rítmicas se han generado a partir del silenciamiento de algunas fuentes sonoras, el afloramiento de otras que se veían enmascaradas por altas intensidades, o por la incidencia de nuevos paisajes sonoros en la vida diaria en comunidad. Respecto a esta última percepción podría plantearse entonces que éstos “nuevos entornos” son percibidos y a la vez construidos por sujetos sociales activos que escuchan, codifican e intervienen en las composiciones sonoras, atravesados sensiblemente por estímulos que quizás jamás se habían detenido a oír, y que por incidencia del cambio ambiental sonoro pudieron haberlos modificado. 

El presente trabajo es fruto de registros de campo del “Taller grabaciones de campo y mapa sonoro” en convenio con el gremio docente ADUNCE, dependiente de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, con sede en la ciudad de Tandil (Argentina), coordinado y dirigido por el profesor Pablo Bas. Los paisajes sonoros que conforman la cartografía “Difusor Austral” fueron realizados por los participantes del curso y refieren a tomas registradas en el periodo junio-agosto 2020, en puntos geográficos correspondientes a tres países sudamericanos distintos: Colombia, Brasil y Argentina. El proceso de trabajo denominado grupalmente como “Difusor Austral” da cuenta de paisajes sonoros que surgen en época de cuarentena, los cuales en un plano de escucha superficial parecerían no aportar experiencias desconocidas, pero que a modo de serendipia revelan tesoros del infinito cosmos del sonido. El difusor pretende compartir los registros generados en un mapa sonoro que funcione a modo de panel acústico, absorbiendo resonancias puntuales. Las energías sonoras de espacios-tiempos determinados son rescatadas como cadáveres exquisitos, que asociándose libremente y sin premeditarlo se integran a otras como parte de una misma identidad austral. Así, encontramos que los distintos paisajes sonoros danzan al ritmo de las cuarentenas colombianas, brasileras y argentinas, territorializadas en cada geofonía en particular.